Soldada desconocida

El confinamiento por el virus Covid, nos sorprendió a la población peruana, tanto como a la mundial, con la ignorancia e incertidumbre de su génesis y tratamiento. A casi todos los artistas nos cogió desprovistos de materiales para poder crear y la imposibilidad de obtener suministros.

Las noticias eran devastadoras, el poco conocimiento y malas decisiones por parte del gobierno, puso en riesgo la vida del cuerpo sanitario público y privado, -- médicos, enfermeros, técnicos--, quienes fueron muriendo contagiados en cumplimiento más allá de su juramento hipocrático. En la necesidad de expresarme como artista, fui pintando varios cuadros -- unos encima de otros-- cargándolos de materia, pintura, borrando, ensuciando, volviendo a pintar, hasta que me llegó el primer lienzo en blanco que obtuve después de seis meses donde expresé, desde lo más profundo de mi espíritu: Un homenaje a todas aquellas mujeres peruanas, anónimas de la salud --incluyendo al personal de limpieza que se exponía en los hospitales y postas médicas. A medida que pintaba, el corazón se me estrujaba y en el llanto contenido por tanta miseria vista en la precaridad en que trabajaban, surge la necesidad de realizar no solo un homenaje sino también un ritual para exorcisar el mal. Fue entonces que cojo un cuchillo muy afilado que heredé de mi padre, utilizado en ocasiones muy especiales, y como tratándose de un sacrificio, disecciono un trozo de lienzo pintando y lo pego sobre el mismo cuadro que estaba pintando. Un intento para recordar que así, fragmentados, mutilados y vueltos a la nueva normalidad -extraña manera de redimir nuestra cotidianidad- hemos llegado a estos días. Pero, la esencia del vacío creado por el corte de la tela, nos hace repensar nuestra vulnerabilidad, el desamparo, el horror ante la muerte de un sinnúmero de mujeres desconocidas que dieron su vida al cuidado de nuestra salud.